El principio de la simultaneidad de eventos fue emitido formalmente en los años 80 del siglo XX como consecuencia de la reiterada constatación de hechos significativos reflejados en el registro estratigráfico; se basa en la doctrina del «catastrofismo actualista» o «nuevo uniformismo» (Hsü, 1983; Bergren & Van Couvering, 1984; Vera, 1990; Ager, 1993), y consiste en aceptar que en la naturaleza ocurrieron, en tiempos pasados, (1) fenómenos normales como los que vemos en la actualidad, y (2) fenómenos raros eventuales (eventos) que mayoritariamente coinciden con las grandes catástrofes. Estos eventos (por ejemplo, cambios climáticos, cambios relativos en el nivel del mar, cambios en el campo magnético terrestre, grandes terremotos y/o erupciones volcánicas, etc) pueden quedar reflejados en los estratos de muy diferentes localidades y constituyen un excelente criterio de correlación, a veces a escala mundial.